El arte de criar seda, el arte de criar belleza
Mi encuentro con la sericultura fue un giro vital. La primera vez que sostuve un capullo de seda entre mis manos supe, sin entenderlo del todo, que algo en mí había cambiado para siempre. Ese pequeño universo encerrado en hilos, esa semilla suspendida, era más que materia: era vida, ciclo, posibilidad.
Desde 2010 comencé a vincularme con la sericultura en Argentina, colaborando con el INTI e INTA en procesos de investigación, desarrollo y capacitación. En 2012 me asocié a la primera unidad productiva de sericultura en Adolfo Van Praet, La Pampa, donde comenzamos a criar gusanos de seda y producir nuestra propia fibra. Fue allí donde comprendí que la seda no era solo una fibra preciosa, sino un camino: uno que involucra tiempo, cuidado, escucha y profundo respeto por el proceso de la vida.
Criar seda es habitar otro ritmo. Acompañar al gusano desde el huevo hasta el capullo es una práctica casi meditativa que nos invita a desacelerar, a observar y a valorar lo esencial. Cada capullo es único. Cada hebra es una historia. La sericultura, lejos de la producción industrial, se convierte en un acto de arte, ética y regeneración.
Desde entonces, formé y acompañé a productores, artistas, diseñadores y docentes de distintas provincias, compartiendo saberes vinculados a la crianza, el hilado, la aplicación de la fibra cruda y sus posibilidades dentro del diseño contemporáneo.
La sericultura es una práctica resiliente, que tiene el potencial de reconstruir economías locales, devolverle sentido a la producción artesanal y reconectar lo humano con lo natural.
El capullo de seda es el origen de todo en mi camino.
Una forma de volver a la raíz.
Una manera de crear vida con las manos.